Yoshimitsu Yamada
8° Dan, Shihan
Presidente de USAF

De Ser un Buen Instructor

Por Yoshimitsu Yamada, 8° Dan


Nota de Editor: Este artículo de Yamada Sensei ha sido reimpreso con el permiso de Budo International, una editoral importante de revistas de artes marciales en Europa, de la cual Sensei es un contribuyente regular. Fotografías cortesía de Bill Breshnihan.
En esta entrega, quisiera conversar sobre qué hace falta para ser un buen instructor, como también la mentalidad apropiada para ser efectivo como instructor. No hace falta mencionar que mi punto de vista está basado enteramente en mi experiencia como instructor de Aikido. También he observado algunos de mis propios alumnos convertirse en instructores, y es a través de ellos y mis propios años como Sensei que he hecho algunas observaciones.

Uno de los hechos más pertinentes es que hay más aspectos importantes que solamente la habilidad técnica para ser exitoso en el arte de enseñar. He notado que no necesariamente siempre es el Aikidoka más talentoso quien de verdad pueda impartir lo que él o ella sabe del arte. Por ejemplo, un excelente pelotero no es automáticamente un coach efectivo. Este concepto nos muestra que a menudo se requiere algo más que tan solo la habilidad física.

Un maestro necesita ser respetado y amado por sus propios alumnos. Hablando de respeto, a menudo escucho a los instructores quejándose que sus alumnos no les ofrecen el respeto debido. En mi opinión, el respeto no es algo que se le debe a otro, ni se le puede forzar a cualquier persona. Debe ser merecido, más que todo a través de la experiencia, auto-confianza, y el respeto por otros.

Para ser un buen instructor, su alumno necesita sentir sus años de experiencia comprometida, y su confianza en lo que está haciendo. Desafortunadamente, en mi caso, yo siempre lamenté que me convertí en un instructor de Aikido siendo tan joven, inmaduro y relativamente inexperimentado en lo que respecta a las cosas del mundo. La sede central o cuartel general del Aikido no tenía otras opciones, ya que el Aikido era un arte nuevo, y no había tantos practicantes dedicados a difundir el Aikido en esa época. Yo era sincero, pero sin el requisito de habilidad de relaciones interpersonales de ser tan efectivo como pudiera haberlo sido. Durante esa juventud, la técnica de uno podría ser fuerte dado a las proezas físicas. Sin embargo, a uno le podrían faltar otros factores que ayudarían a convertirse en líder. Por ejemplo, la experiencia social, de cómo lidiar con la gente o cómo actuar como un ser humano, son rasgos que uno aprende a través del tiempo.

Una cosa que siempre tengo en mente cuando enseño es que entre mis alumnos, hay muchos tipos diferentes de personas de diferentes campos, y que estas personas ya están establecidas y maduras en sus propias profesiones. No son diferentes a mí. Es bastante interesante, en verdad comencé a sentirme cómodo como instructor al aproximarme a la edad de 50. Como he mencionado antes, adicionalmente al tiempo y la experiencia, es crucial también tener confianza, a fin de ser un buen instructor.
Muy a menudo, me encuentro con instructores que no permiten a sus alumnos cualquier libertad, y los detienen de ir a otros seminarios dados por otros instructores. A veces hasta llegan tan lejos como decirles que permanecer con ellos es suficiente, y que los alumnos no necesitan exponerse a otras influencias. Para mí, esto muestra una falta de confianza por parte del instructor. Dejar que sus alumnos vean otros mundos los mantienen libres para usar su propio juicio. Esta clase de confianza en uno mismo es una manera importante de mejorarse como líder.

Claramente me acuerdo de una vez, estando en un seminario grande de diferentes shihan de Aikido, había un grupo de un dojo particular quienes en vez de entrenar con el resto de nosotros los participantes—que es la esencia de una “experiencia de seminario”—solamente entrenaban entre ellos mismos. Su maestro, quien no era uno de los shihan, pero quien también estaba participando en el seminario, los prohibió diversificarse para así no “corromper” su Aikido.

Adicionalmente, en vez de intentar hacer lo que se estaba demostrando, ellos continuaron entrenando como siempre lo hacían. Qué triste es esto, porque los alumnos pudiesen haberse beneficiado al sentir diferentes estilos, igual para el instructor quien no tenía suficiente seguridad en sus alumnos para confiar en que ellos pudiesen desarrollar su propio estilo a través de otras influencias y todavía seguir leal a él. Al final, ellos no tomaron ventaja completa de las posibilidades de crecer.

No hace falta decir que los buenos instructores no necesitan sentir que tienen que probarse a sí mismos frente a sus alumnos. Tampoco tienen que mostrar lo fuertes que son. Se presume que los alumnos ya lo saben. No le hace bien a los instructores ver que la habilidad física de un alumno esté a su mismo nivel. En otras palabras, para evitar ser comparados con sus alumnos, los instructores necesitan darse cuenta que diez personas diferentes tienen diez habilidades y condiciones físicas diferentes. Un mentor valioso exhibe bondad, generosidad y paciencia mientras maneja cada alumno como corresponde e individualmente.

Una última palabra de consejo es no convertir a sus alumnos como personas que siempre le digan “Sí”. Si quiere estar rodeado por personas que le van a colocar sobre un pedestal, usted creará la ilusión que usted es superior a otras personas. Uno tiene que entender que fuera del tatami usted es el mismo ser humano que ellos. Sin embargo, una vez dentro del tatami, usted puede mostrarles quien manda. Cuando yo guío la clase, siento que soy el conductor de una orquestra sinfónica, en la cual cada uno de mis alumnos toca un instrumento diferente, y por un lado mi responsabilidad es crear buena armonía entre ellos. A veces, siento que soy un chef de un gran restaurante, quien a través de mis recetas siempre trae variedad y gusto a mis alumnos, para que ellos no se cansen ni se aburran, siempre en la búsqueda de traerles inspiración.

Como Sensei de Aikido, siempre estoy buscando maneras para ser un mejor instructor. Es un proceso de evolución que me ayuda a expresar mi humanidad y de aprender a ser un mejor ser humano. Al fin y al cabo, es el éxito de sus alumnos lo que le hace ser un buen maestro, mientras un buen instructor crea practicantes fuertes al futuro. Enseñar es una relación de mutuo respeto y comprensión. De esa manera, su alumno siempre tendrá a alguien a quien admirar y viceversa. Para mí, eso es respeto que se gana.